Esta es una peli del mismo director de Las tortugas pueden volar, Bahman Ghobadi. Esta vez no fue tan triste y deprimente, pero tampoco lo contrario, pues continúa en la línea de la crítica social e incluso fue prohibida en Irán.
Mamo, un famoso músico kurdo pretende dar un concierto en el Kurdistán iraquí tras la caída de Saddam Hussein, después de siete meses de trámites, ensayos y conseguir a sus diez hijos, quienes también son músicos y lo acompañarán en el concierto. Mamo emprende un viaje lleno de tropezones en un camión como de escuela junto con toda su prole y su súper amigo Kako, personaje entrañable que no dejó de recordarme al Güiri Güiri y quien lleva todo el tiempo en el camioncito al hijo de unos fallecidos gallos de pelea, porque quedó huérfano.
Los músicos kurdos fueron reprimidos durante el regimen de Hussein y ahora que él ya no está Mamo cree que todo será más fácil, pero aun hay muchas trabas para viajar y más si lleva consigo a una mujer, pues vive en una sociedad que trata a las mujeres como si fueran un virus mortal.
Ghobadi vuelve a usar actores no profesionales como en Las tortugas..., pero ahora hay más risa. A pesar de los paisajes secos, una guerra que no termina de terminar y escenas un tanto agrias y amargas, la peli me pareció un canto a la vida, una hermosa tragicomedia con una muerte anunciada por sueños.
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