viernes, 8 de agosto de 2008

8·8·8

Hoy hace diez años estaba en la casa de mi ex vecino con algunos amigos, no recuerdo exactamente qué hacíamos, pero seguro involucraba bebidas alcohólicas y música. Al caer la tarde noche, llegó otro amigo para presumirnos el nuevo estéreo de su auto, un vochito blanco con más historia que muchos libros, todos salimos a ver el nada flamante auto, pero eso sí con gran sonido gracias a las mil ocho mil bocinas y el enorme woofer, pero eso no era todo lo que había dentro del vocho, nuestro amigo también llegó con unas relucientes y friísimas cervezas para continuar la noche y como ya empezaba a hacer friecillo decidí entrar a mi casa por un suéter. Cabe destacar que, obviamente, en cuanto llegó, subió el volumen del estéreo casi a todo lo que daba para hacer evidente la potencia de sus nuevas cositas. Entré a mi casa, hablé con mis papás para avisarles que iba a seguir por allá un rato más, subí a mi cuarto, elegí un suéter y me asomé a la ventana porque repentinamente el ruido se había apagado. Mi cuatro amigos estaban siendo subidos a dos patrullas de policía. Uno de ellos me saludó tranquilamente desde la patrulla, otro vio mi gesto de mano y pensaron que lo hacía en muy mala onda. Obviamente no era así, ellos después lo entendieron, pero durante muchos años me "reclamaron" que los abandoné,que me despedí de ellos maquiavélicamente. Después de diez años quiero suponer que si estuviérmos juntos, todos nos reiríamos de aquella experiencia. Por lo menos eso es lo que quiero pensar. Estuvieron una noche en los separos, sí escarmentaron un poco, aunque no estaban haciendo nada malo, el problema fue que una vecina (odiadísima después por ellos) se quejó del ruido, como tenían aliento alcoholizado y cervezas en el auto pues los polis se lo tomaron un poco mal. Hace tres años ese grupo de amigos comenzó a separarse y ahora estamos demasiado dispersos. Una reunión o reencuentro tipo Timbiriche se ve bastante improbable. Año con año, cada ocho de agosto recordábamos su noche tras las rejas, el ocho se volvió su número de mala suerte, el más odiado, ese día siempre temían que les sucediera algo y a veces sí coincidía. A diez años sólo mantengo un mínimo de contacto con uno de ellos, ya le deseé un día bueno, y con los otros me gustaría poder hacer lo mismo, pero ni siquiera sé dónde estén. Hace diez años creía firmemente que esas personas iban a estar en mi vida para siempre. Pero diez años son muchos.

2 comentarios:

pez dijo...

la verdad nunca he entendido por qué subir el volumen de música de tal modo que rompa los tímpanos de los demás

o por qué creer que la música que nos gusta deba gustarle a otros también

aparte a mí una vez también me entambaron por escandaloso, pero nunca odié a quien dió el pitazo, jeje. de hecho, nunca supe quién fue, jaja

por lo que cuentas al final, uno de los 4 chavos era tu galán. c'est la vie

grax por el cambio de color

Defeña Salerosa dijo...

recuerdo como si fuera ayer el día q me contaste esa anécdota.